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De lo corpóreo al gesto pictórico | 2016

Comúnmente se tiende a represenar la identidad con el cuerpo. La DRAE lo define como aquello que tiende a tener extensiones limitadas e identificables con los sentidos. Sin embargo, mi trabajo busca integrar tales limitaciones con los otros elementos que encierran lo corpóreo. Ya sea la huella, el gesto o los movimientos que lo originan. Un ejemplo podrían ser las pinceladas de Lucien Freud o los empastes de Rembrandt en sus pinturas. Aun cuando el cuerpo se representa de una manera muy diferente de la imagen que todos reconocemos, podemos tan sólo con un trazo identificar a alguien.

El abanico de posibilidades que hay para plasmar esta idea es amplio. Sin embargo, utilizo la pintura abstracta que nos remonta a la visión que tiene la pintura japonesa Shodo del gesto: la extensión del cuerpo a través del movimiento. Donde éste último es el protagonista, ya que se enfatiza el proceso no el resultado. La extensión del cuerpo va más allá de la representación, porque en el movimiento ya está presente.

El resultado deja un índice para el espectador, es decir, una huella, un signo y un estilo. Observamos algo caligráfico y pictórico que, al contrario de radicar en la presencia física del sujeto, con un simple gesto sustituye la representación extensa del cuerpo sin tener una imagen exacta del mismo, sino una percepción expresiva.

Las artes logran abarcar diferentes formas de ver, estudiar e interpretar al cuerpo. Por ejemplo, en la danza o en el teatro la expresividad es por sí misma la presentación de este.  Por el lado de las artes visuales se observan estudios por medio del dibujo o su presentación en el arte contemporáneo como el performance, sin embargo, la representación abstracta de la res extensa rompe las limitantes de lo físico y el movimiento corpóreo se plasma en un signo pictórico cargado de identidad y destaca aquella particularidad humana de exteriorización.

Pergamino_capicúa.jpg
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